Raúl, el gran maestro supremo de las artes marciales, tuvo un hijo llamado Lucas, quien resultó ser un inútil en el camino marcial. Con la esperanza de que su hijo lograra destacar en este arte, Raúl lo envió a entrenar como discípulo del sabio ermitaño Salvador. Sin embargo, tras ocho años, Lucas regresó a casa con un montón de inventos considerados como trucos menores y artes no convencionales. Pero, para sorpresa de todos, esas mismas invenciones se convirtieron en la única esperanza para sal